Jacques Ellul supone que la ciudad es la suprema obra de la civilización como tal, representa el rechazo definitivo de Dios por parte del hombre. Siendo el refugio del corazón rebelde, la ciudad, a fin de servir a la humanización, debe ser transformada. Esta transformación es posible porque Dios asume la ciudad, la incorpora en su plan, y nos ofrece, como perspectiva futura, no el retorno al paraíso sino la perfecta comunidad humana y humana-divina de la Nueva Jerusalén.
La sociología de la religión que sustenta Ellul es la base sobre la cual muchos cristianos están hoy decidiendo las exactas dimensiones de su compromiso político secular.