Memorias del Olvido es en verdad mucho más que un libro de poemas, porque remite a la materialidad de una transfiguración, a una ceremonia de palabras, a un rito que se desenvuelve en el territorio de la lengua convocando sonidos e imágenes que descubren menhires interiores, hitos, cúmulos de piedras etéreas que señalan los puntos de un recorrido a través de una hoguera encendida en la cúspide de la montaña de los años, desde la cual se puede contemplar el transcurso de la vida, pero también darse cuenta al mismo tiempo que a veces somos el centro de un vórtice donde crepitamos, como una apretada síntesis (extraído del prólogo p. 13).